Su uso masivo combinado con restricciones puntuales evitaría el rebrote del coronavirus, según modelos matemáticos
Una simulación con 60 millones de personas
muestra que si todas llevaran mascarilla la mayor parte del tiempo no se
producirían segundas o terceras oleadas de la pandemia de coronavirus. Incluso
con porcentajes mucho menores, la propagación de la covid bajaría de su índice
de reproducción sin necesidad de las medidas más extremas de confinamiento.
Según los autores de este estudio, a falta de herramientas más tecnológicas y
avanzadas, cubrirse la cara de forma masiva daría el tiempo necesario para
encontrar la vacuna. Sin embargo, aún hay científicos escépticos.
El sentido común
dice que llevar mascarilla protege de cualquier partícula o patógeno
aerotransportados. Pero la ciencia no lo tenía tan claro. Hasta la emergencia
de la actual pandemia, han sido pocos los estudios sobre la eficacia de
cubrirse boca y nariz para frenar la propagación de virus. La mayoría de los
más recientes están relacionados con la gripe o el brote de SARS de 2003.
Quizá por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) y muchos Gobiernos,
como el español, han tardado tanto en recomendar u obligar a usarlas.
Ahora, un par de
modelos matemáticos elaborados por investigadores británicos muestran que algo
tan poco sofisticado como varias capas de tejido de algodón puede ser la
primera línea de defensa contra el coronavirus. Su trabajo, que usa a la
población del Reino Unido para su simulación, se alimenta de datos reales de
infectados y un ritmo de contagio previo a las mascarillas similar al máximo
alcanzado por una decena de países europeos. Con estos y otros parámetros
epidemiológicos, intentan responder a la siguiente pregunta: ¿qué grado de
adopción de las mascarillas haría falta para rebajar el índice de reproducción
a menos de uno? Bajar de esa cifra implica la desaparición de la epidemia en un
mayor o menor lapso.
Apenas hay estudios sobre la
efectividad de las mascarillas para frenar el contagio
“Nuestros análisis
respaldan la adopción inmediata y universal de las mascarillas”, dice el
principal autor del estudio, Richard Stutt. Hasta ahora, este investigador de
la Universidad de Cambridge modelaba la propagación de enfermedades entre los
cultivos vegetales, un conocimiento que ha aplicado a la actual pandemia
humana. “Si combinamos el uso masivo de las mascarillas con la distancia física
y cierto grado de confinamiento, se podría gestionar de forma asumible la
pandemia al tiempo que se recupera la economía mucho antes de que haya una
vacuna efectiva”, añade.
Los resultados del
estudio, publicados en la revista científica Proceedings
of the Royal Society A, señalan que, si al menos la mitad de la población
llevara mascarilla en público, el ritmo de contagio bajaría de un índice de
reproducción igual a 1. Como se ha demostrado, la curva de la pandemia no tira
hacia abajo hasta que se logra ese umbral. Con porcentajes cada vez mayores de
gente cubriéndose la cara, el modelo indica que el índice se acercaría cada vez
más al cero.
“Realizar estudios
científicos para medir directamente la efectividad de las mascarillas es muy
complicado”, recuerda Stutt. “Podemos ver la reducción del material exhalado
por un infectado con o sin máscara, pero lo más difícil es calcular el efecto
que esto tiene sobre los susceptibles de contagio”, detalla. Para saberlo con
exactitud, habría que exponer a voluntarios al patógeno de forma deliberada,
algo que plantea varios dilemas éticos.
Para Ellen Brooks,
investigadora en salud pública de la Universidad de Bristol (Reino Unido),
“aunque las mascarillas podrían reducir la transmisión en algunos entornos,
como tiendas o transporte público, es poco probable que impidan la transmisión
de contactos sociales cercanos y sostenidos, como en el hogar”. Mientras, el
profesor Keith Neal, epidemiólogo de la Universidad de Nottingham (Reino
Unido), acepta la lógica de que cuanta más gente lleve mascarilla, más impacto
tendrá en la propagación de la enfermedad, “pero depende mucho de la
efectividad de las que vayan a usar”.
Otro temor de algunos
científicos es que el uso generalizado de las máscaras genere una aparente
sensación de seguridad. “No hay pruebas de que llevar mascarilla lleve a una
relajación de otras medidas”, rechaza en un correo la profesora de atención
primaria de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Trish Greenhalgh. Para ella,
el estudio apoya la idea de que “los beneficios de cubrir la cara para reducir
la infección entre la población superan a los potenciales daños del uso
incorrecto”
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