viernes, 17 de agosto de 2012

QUE ESPERA A NUESTROS AGRICULTORES?

Apurimac - Perú
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), unas 860 millones de personas, es decir el 13 % de toda la población mundial, padece hambre crónica que lleva diariamente a la muerte a más de 24,000 personas bajo la mirada indiferente de los gobernantes y la sociedad civil.

Parece que los avances tecnológicos de los que diariamente nos enteramos nos sorprendemos o asustamos, están orientados más al futuro, a la conquista de otros planetas o simplemente al enriquecimiento sin límites de las transnacionales a través de la guerra o el dominio de los recursos naturales de las naciones de África, Asia y América Latina, mientras que la sobrevivencia de los seres humanos dejó de ser la tarea colectiva, sino individual en el actual mundo globalizado. Llegamos a tal extremo que hasta las semillas, que son el pasado, el presente y el futuro de la humanidad se convirtieron en un objeto de especulación en la bolsa internacional de valores.

Precisamente este proceso también está en la mira de los globalizadores quienes durante el gobierno de Ronald Reagan comenzaron la transformación de la Agricultura en la Agroindustria que implicaba también el control sobre las semillas. Por supuesto, la Agroindustria estaba en completa armonía y colaboración con las corporaciones petroleras que la abastecían de fertilizantes químicos y pesticidas. Los “iluminados” de los años ochenta proclamaban a los cuatro vientos que podían controlar el mundo a través del hambre. Los que obedecen recibirán la alimentación y los rebeldes se quedarán con nada. La estrategia de la “Revolución Verde” de la Fundación Rockefeller fue transformada en aquellos años en la “Revolución Genética” introduciendo el uso de las semillas genéticamente modificadas y patentadas (OGM) que fueron presentadas a los países en desarrollo como “Semillas de la Esperanza”.

El control de las semillas OGM se ha concentrado en las cuatro multinacionales: Monsanto, DuPont, Syngenta, Bayer Crop Science y Dow Chemical que ya están manejando el 35 por ciento de la venta de semillas que a su vez son producto base del 50 por ciento de alimentos en el mundo. Actualmente estas semillas modificadas se cultivan en más de 123 millones de hectáreas esparcidas en 23 países del mundo, entre ellos Argentina, Brasil, Chile, Honduras, México, Paraguay y el Perú. El 85 por ciento de los cultivos modificados se cosechan en los EE.UU., Argentina y Canadá, mientras que el 85 por ciento de las semillas OGM son propiedad de la Monsanto. Todo este proceso del dominio de las masas a través del control de semillas fue descrito por el economista y periodista F.William Endhal en su libro “Seeds of Destruction. The Hidden Agenda of GMO”. Argentina fue el primer país en América Latina que se convirtió primero, en el laboratorio de las semillas de soja modificadas y finalmente en un productor monocultivo, deshaciéndose de la tradicional práctica de rotación de cultivos. Según los cálculos de algunos especialistas argentinos, la práctica de monocultivo destruirá la tierra en 50 años.

Pero este problema no le interesa a la Monsanto ni a ninguna de sus otras tres hermanas transnacionales. Será problema argentino, como lo mismo fue el problema de los países asiáticos que permitieron experimentar con el arroz OGM que llevó a la destrucción la diversidad biológica de 140,000 variedades de gran resistencia. Las ambiciones de las cuatro hermanas agroindustriales ya están proyectándose más allá del uso de la tecnología “Terminator” en las semillas modificadas que una vez cosechadas producen nuevas semillas completamente estériles y obligando a los productores a comprar las semillas todos los años. Lo que quieren ahora es tomar bajo su control todas las semillas y plantas existentes. Actualmente en el mundo existen más de 1,400 Bancos de Semillas y Plantas y es lógico que cada país deba crear condiciones adecuadas pensando en las futuras generaciones para preservar sus tesoros naturales – plantas y semillas tradicionales.

Los grandes y poderosos que están tratando de implantar su Orden Mundial tienen otra mentalidad que los gobiernos que están enfocados en cómo producir el dinero y como ser aceptados y legalizados por los amos del mundo. Presentada con bombos y platillos la Bóveda Global de Semillas de Svalbard situada cerca de Longyearbyen en el archipiélago noruego Svalbard en el Océano Ártico, podría ser también parte del proyecto global del control de semillas. Llamada popularmente “Bóveda del Fin del Mundo”, tiene la capacidad para dos mil millones de semillas conservadas a 18 grados bajo cero. Su propósito es preservar la herencia genética de plantas en caso de destrucción de los cultivos mundiales a causa de catástrofes naturales, o humanas, plagas, el cambio climático o guerra nuclear.

En términos generales esta idea de preservar es lógica y necesaria. El problema reside en quién está financiando la “Bóveda del Fin del Mundo”. He aquí donde nos encontramos con las sorpresas. El financiamiento proviene inicialmente de la Fundación Rockefeller, la misma que lanzó la “Revolución Verde”, tristemente conocida también en América Latina, y posteriormente autora de la “Revolución Genética”. La siguen la Monsanto, la Syngenta, la Pioneer, La DuPont, es decir todos los interesados y creadores de las semillas genéticamente modificadas.

miércoles, 1 de agosto de 2012

BOSQUES Y OCÉANOS ABSORBEN EL DOBLE DE DIÓXIDO DE CARBONO QUE HACE 50 AÑOS

Ancash - Perú

La cantidad de dióxido de carbono (CO2) absorbida por bosques y océanos se ha duplicado en los últimos cincuenta años, lo que indica que aún cumplen su función como sumideros de este gas, la cantidad de dióxido de carbono absorbida por la Tierra crece cada año y los océanos en particular son los principales responsables de absorber CO2, gracias a la labor del plancton, los corales y los peces, la Tierra está absorbiendo una cantidad significativamente mayor de CO2 cada año y que el total se ha duplicado en el último medio siglo.


El volumen de dióxido de carbono absorbido por la Tierra aumentó de 2.400 millones de toneladas al año en 1960 a 5.000 millones de toneladas anuales en 2010. Pese a ello, el CO2 presente en la atmósfera no ha dejado de crecer en los últimos años.


Esta paradoja había sustentado varias investigaciones previas, según las cuales la capacidad de estos sumideros para absorber el carbono de la atmósfera y, por consiguiente, reducir la cantidad de CO2 del aire, está en declive y podría detenerse en algún momento del próximo siglo, sin embargo, que no es culpa de la capacidad de la Tierra para absorber el dióxido de carbono, sino de que las emisiones procedentes de los combustibles fósiles se han cuadruplicado desde 1960.


Para su estudio, se recopiló observaciones del CO2 atmosférico y estimaciones de las próximas emisiones fruto de los combustibles fósiles, según resultados sugieren que, probablemente, el calentamiento global sería mucho mayor si la Tierra no hubiese continuado absorbiendo alrededor de la mitad del CO2 que se emite a la atmósfera