El
hospital Leishenshan, uno de los construidos en diez días en Wuhan, despedirá
el miércoles a sus últimos pacientes.
Mascarilla
obligatoria para todo el mundo, confinamiento
estricto y cuarentena en centros designados para los casos leves, sospechosos o
en contacto con enfermos. Es la receta que recomiendan los médicos chinos que
han logrado poner bajo control al coronavirus en la ciudad de
Wuhan, el foco original de la pandemia, y que no se muerden la lengua. No
llevar mascarilla en los países afectados por la pandemia “no es una diferencia
cultural; es una estupidez”, asegura el doctor Wang Xinghuan, que dirige el
hospital Leishenshan, uno de los dos construidos en apenas diez días en Wuhan
en pleno estallido de la epidemia.
Estos días,
Leishenshan, con 1.500 camas y que acogió a 2.011 pacientes durante lo peor de
la epidemia en Wuhan, ya solo cuida a 15 enfermos. Sus días están contados:
dejará de estar operativo el próximo miércoles. Este sábado, la Comisión
Nacional de Sanidad ha anunciado que los enfermos que aún permanecen en él, y
su gemelo, Huoshenshan, serán trasladados a otros hospitales para continuar su
tratamiento. Leishenshan será desmantelado en algún momento, aunque sus
responsables matizan que “no será este año”.
Han cambiado mucho
las cosas desde los tiempos de su construcción a toda velocidad, cuando la
propaganda oficial china lo convirtió en ejemplo estrella de la respuesta nacional
a la epidemia. Las obras se podían seguir en directo por streaming en internet,
donde las vieron millones de personas, y su inauguración el 8
de febrero se llevó a cabo con gran fanfarria.
Pero después de
dos meses y medio, y ya con solo 94 enfermos graves de los 50.000 infectados
que -según las cifras oficiales- ha contabilizado desde el comienzo de la
crisis, Wuhan ha dicho esta semana adiós al bloqueo por cuarentena que la
aislaba del resto del mundo desde el 23 de enero. Los 42.000 profesionales
sanitarios que llegaron de otras provincias para asistir a los hospitales
inicialmente desbordados han vuelto a sus hogares. Leishenshang, cuyos módulos
prefabricados acusan la prisa con la que fue construido, ya no hace
falta.
La mayor parte de
las 32 salas dedicadas a acoger pacientes ya se han sellado; en los pasillos
solo quedan los dibujos con mensajes de ánimo que trazaron con rotuladores los
médicos y enfermeras que trabajaron allí y ahora han regresado a sus centros.
Las ambulancias que antaño trajeron ululando y a toda velocidad pacientes a sus
salas de presión negativa permanecen paradas.
Pero sus
responsables aseguran que, pese a la mejora de la situación en Wuhan y el
fin oficial de la cuarentena, no se debe bajar la guardia. La ciudad sigue
detectando casos asintomáticos, y tiene bajo observación a 44 casos
sospechosos. Dos personas han fallecido el viernes por Covid-19. “La vigilancia
es fundamental todavía”, indicaba Wang en una rueda de prensa ofrecida por los
médicos responsables del hospital con medios extranjeros este sábado.
El director del
centro, que encabeza también el hospital Zhongshan -una de las puntas de lanza
de la lucha contra el coronavirus durante la epidemia en Wuhan- se mostró tajante
sobre las medidas que considera fundamentales para derrotar al patógeno. La
primera, el uso de mascarillas entre toda la población, “una medida muy
importante para la salud de todo el mundo. No llevarla es estúpido. Es
una manera fundamental de protegerse a uno mismo y los demás”. Hasta tal
punto, subraya, que “si no se lleva mascarilla, no se puede controlar la
infección”.
Las cuarentenas
para los casos sospechosos o leves en centros designados y lejos del núcleo
familiar, junto a un confinamiento estricto, también son una medida básica. Si
estas personas permanecen en sus hogares “infectarán a muchos miembros de la
unidad familiar. La cuarentena en casa no funciona”, de acuerdo a la
experiencia vivida en Wuhan, subraya Wang. En las primeras semanas, y hasta que
se decretó el confinamiento estricto de todos los ciudadanos y se instalaron a
los casos sospechosos y contactos de los contagiados en centros y hoteles de
cuarentena, los contagios se dispararon entre los miembros de las unidades
familiares. “Si no cortamos las raíces de la transmisión, los contagios van a
crecer; si no aislamos a los infectados, no vamos a contener el virus”,
insiste.
Un tercer
ingrediente de la receta contra la Covid-19 es un uso abundante de las pruebas
para detectar el coronavirus. “Hacen falta muchas para detectar a los enfermos
y a los asintomáticos, o a quienes haya que aislar fuera del domicilio
particular para que no contagien a otros”.
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