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domingo, 5 de abril de 2020
Domingo de Ramos esperanza para Italia?
Italia ha recibido este domingo por primera vez en mucho tiempo buenas noticias. Los datos sobre la situación de la propagación del coronavirus se estabilizan y la curva muestra los primeros síntomas de descenso desde que empezó la crisis a finales de febrero. La cifra de fallecimientos por coronavirus es la más baja en las últimas tres semanas y cae hasta 525 nuevas víctimas (el sábado fueron 681). Los nuevos contagios pasan a ser 4.316, casi 500 menos de los que se registraron el día anterior (4.805). Un panorama que concede un respiro evidente a Italia, que suma un total de 128.948 infectados, y que empieza a pensar en la entrada en la fase dos de esta crisis, una transición que permita una convivencia controlada con el virus.
Uno de los datos mejor recibidos por el Gobierno este domingo ha sido el del descenso de pacientes ingresados en las UCI, que constituyen el mayor problema para el funcionamiento del sistema sanitario, al borde del colapso en varias regiones. Desde que comenzó la pandemia de coronavirus en Italia, solo había habido un día en el que había bajado ese dato: ayer sábado. Este domingo, por segunda jornada consecutiva, se ha reducido el número de personas en las unidades de cuidados intensivos. Este viernes eran 4.068; el sábado, 3.994; y este domingo se contabilizan 3.977, una bajada de 17 personas en 24 horas en estas unidades médicas, según los datos facilitados por las autoridades italianas. La cifra de pacientes en las UCI depende de los fallecimientos y recuperaciones que se producen —si se muere o se recupera mucha gente en un periodo de 24 horas se liberan plazas de cuidados intensivos— y de los nuevos contagiados.
El principal temor del Ejecutivo italiano es ahora mismo que el optimismo se transforme en imprudencia. Las imágenes de este fin de semana en algunas localidades del sur, donde miles de personas han salido a la calle como si no hubiera restricciones, han provocado enorme inquietud entre los expertos que pilotan esta crisis. Durante el fin de semana, de hecho, se ha multado a 9.000 personas. “Es importante que se mantengan comportamientos muy restrictivos y se respeten todas las disposiciones”, advirtió Angelo Borrelli, jefe de Protección Civil, encargado a diario de ofrecer las cifras de la evolución de la crisis sanitaria en Italia. “La curva ha comenzado a descender y la cantidad de muertes, a disminuir. Tendremos que empezar a pensar en la fase dos si se confirman estos datos”, añadió el presidente del Instituto Superior de Salud, Silvio Brusaferro.
Italia ha decretado la prolongación del confinamiento total y del cierre de la actividad productiva hasta el 13 de abril. En esa fecha podría permitirse empezar a funcionar a algunos sectores como la agricultura, apuntan en el Gobierno. Pero nadie espera que los ciudadanos puedan relajar sus hábitos de confinamiento hasta entrado mayo. Cuando eso suceda, habrá que convivir con el coronavirus hasta que haya una vacuna, según el ministro de Sanidad italiano, Roberto Speranza, que aseguró ayer en una entrevista con La Repubblica que el Gobierno trabaja ya el esquema que aplicará cuando se levante el confinamiento total. “Aquí el verbo correcto es convivir, al menos hasta que tengamos la vacuna o una cura", reconoció.
La paradoja de esta crisis es que quienes podrán salir antes de casa e incorporarse a la vieja rutina laboral y social serán aquellos que contrajeron el virus y se han recuperado. Italia ultima ya la compra masiva de test para detectar los anticuerpos y clasificar a la población que durante unos meses será inmune a la Covid-19.
Nueva York, historia de dos pandemias

La pandemia de coronavirus se está
ensañando con Nueva York, epicentro de tantas cosas en Estados Unidos, y
también de este virus atroz. El paciente cero de la ciudad se detectó el 1 de
marzo y este viernes se superaban los 1.800 muertos y los 57.159 contagios
confirmados, casi el doble que la semana pasada, uno de cada cuatro en todo el
país. Las tragedias forman parte del ADN de la ciudad más poblada del país. La
quemaron un par de veces durante la Revolución, la atacaron con dureza durante
la Guerra Civil y fue la cuna de la Gran Depresión; también ha sido víctima del
11-S y de un buen número de desastres naturales. Pero esta ha atacado
singularmente su identidad: el barullo, la multitud, los apretones, un estilo de vida callejero
exótico para buena parte de los estadounidenses y un caldo
de cultivo idóneo para los contagios.
Los datos de contagios por distrito,
hechos públicos este miércoles por el Departamento de Salud de la ciudad,
muestran cómo el virus está golpeando con más dureza a las zonas más humildes.
Ese día había alrededor de 616 casos confirmados por cada 100.000 habitantes en
Queens y 584 en el Bronx, frente a los 376 de Manhattan. Y dentro de Queens,
hay un par de códigos postales malditos, el 11.368, que cubre un área llamada
Corona —sí, se llama así—, y el 11.370, Elmhurst Este, con menor número
absoluto, pero mayor incidencia (12 por cada 1.000). El ingreso medio se esos
hogares se sitúan en los 48.000 dólares, frente a los 60.000 de media en el
conjunto de la ciudad, según los datos del censo.
Varios factores pueden pesar en la
diferente incidencia, como el número de pruebas que se realiza, aunque la
doctora Jessica Justman, epidemióloga y especialista en enfermedades
infecciosas del centro ICAP en Columbia, destaca el factor sociológico. “Tiene
sentido que las zonas de clase trabajadora sufran más exposición el virus, sus
puestos en servicios esenciales, comercios, etcétera, no han cerrado, como le
ocurre también al personal sanitario, y se mueven más; también suelen compartir
vivienda con más frecuencia”, apunta.
En esta zona cero de Queens se erige
el hospital Elmhurst, el más castigado por la pandemia, el que el presidente
Donald Trump citó el domingo para explicar su cambio de opinión y la necesidad
de prolongar el confinamiento. “He visto cosas que no había visto nunca, hay
cuerpos en bolsas en todas partes, en los pasillos, los meten en camiones
frigoríficos porque no pueden gestionar tantos cadáveres. Y está pasando en
Queens, en mi comunidad”, dijo desde la Casa Blanca.
Un imponente buque hospital del
Ejército ha atracado en la ciudad, se han levantado otros provisionales en el
recinto de ferias Javits, el complejo de tenis Billie Jean y hasta en Central
Park. Y 45 morgues móviles. Pero faltan materiales. El martes, el gobernador
del Estado, Andrew Cuomo, advirtió de que, al ritmo de nuevos pacientes
hospitalizados, solo quedaban respiradores para seis días. Una de las imágenes
más gráficas de esta crisis se vio la semana pasada, cuando Bill de Blasio, el
alcalde de la ciudad imperial, con una ristra de centros punteros en
investigación médica, fue a recoger en persona 250.000 mascarillas donadas a la
sede de Naciones Unidas.
Desde el brote, los mercados
financieros han vivido algunas de las peores jornadas desde la Gran Depresión,
pero a diferencia de entonces, no hay noticia de suicidio de ningún banquero en
Nueva York, aunque uno, Peg Broadbent, de 56, ha muerto de coronavirus; y otro,
Peter Tuchman, toda una institución en la Bolsa, ha dado positivo. El parqué
contrató su propio servicio médico para hacer pruebas a los brokers, pero
acabó cerrando el edificio el 23 de marzo y vació el barrio.
En algunas partes, parece como si la
ciudad se hubiese cerrado para que la pudiesen visitar en exclusiva en pequeños
grupos. Es lo que ocurre este miércoles por la tarde en Bryant Park, el
delicioso parque ubicado entre Times Square y la Biblioteca Pública de Nueva
York, donde solo indigentes se sientan en sus mesas. Rodeados de ellos, dos
chicos esbeltos sobresalen de la escena jugando a ping pong en manga corta,
como si fueran aquellos niños tirándose almohadas al final de la película Cero
en conducta, en rebelión inconsciente contra la autoridad.
Al atardecer, cuando acaban las
jornadas de teletrabajo, explota la vida por distintos puntos de la ciudad,
brotes de dolce vita incluso. Como el río de gente que hace
deporte al inicio del puente de Brooklyn, el tráfico en el sur de la isla o los
corredores y paseantes de perros y de niños junto al hospital de campaña que se
ha abierto en Central Park, enfrente del famoso centro Monte Sinaí, en el Upper
East Side, uno de los pedazos más selectos de Manhattan. David Allen, un
fotógrafo retirado que vive con su esposa periodista en el barrio, sale varias
veces al día con Marley, un pastor alemán de cuatro años. “No llevo máscara ni
guantes, pero tengo cuidado, no toco nada ni a nadie, intento no contagiarme,
si eso ocurre, espero curarme, si no, es que el destino lo quiere así, he
tenido una buena vida”, explica.
El virus no distingue entre
clases sociales, pero todo lo que ocurre antes y después de él, sí. Y pocos
sitios como Nueva York encarnan con tanta fiereza el relato dickensiano de las
dos ciudades. La prensa local ha publicado estos días que muchos sin techo
pasan las jornadas de confinamiento viajando sin rumbo en el metro, pero el
presidente de la Autoridad del Transporte Metropolitano, Pat Foye, ha aclarado
que no hay más que antes, simplemente los vagones van más vacíos y se les ve
más
sábado, 4 de abril de 2020
Impresionante despliegue de las Fuerzas Armadas en el Norte del País


Presidente Vizcarra, confirma 1,746 casos al vigésimo día del Estado de Emergencia.

viernes, 3 de abril de 2020
El nuevo coronavirus se multiplica 1.000 veces más en la garganta que el virus del SARS
La humanidad no acaba de comprender cómo un virus
desconocido hace tan solo tres meses ha viajado ya por todo el planeta y ha
obligado a esconderse en sus casas a miles de millones de personas. Tampoco lo
entiende todavía la comunidad científica, pero un análisis exhaustivo de nueve
jóvenes infectados en Alemania ilumina ahora la propagación de la enfermedad.
El nuevo patógeno se multiplica mucho más y en mucho menos tiempo que su
hermano, el virus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), otro
coronavirus que apareció en China en 2002 y mató a casi 800 personas antes de
que una campaña internacional cortase la epidemia. La carga viral del nuevo
coronavirus es mil veces superior.
Las nueve personas analizadas se infectaron en un
mismo brote descubierto en Múnich el 27 de enero. El estudio no lo dice, pero
por la fecha se trata de los primeros contagiados en Europa: un
grupo de trabajadores de la empresa de productos automovilísticos Webasto que
hicieron un curso de formación junto a una compañera china. De este mismo brote
también salió el turista alemán de La Gomera que fue el primer
caso confirmado en España. El seguimiento de los nueve pacientes, llevado a
cabo por el médico Clemens Wendtner, muestra que el virus no solo
se multiplica en los pulmones como el SARS de 2002, sino que también se replica
de manera increíblemente activa en la garganta durante la primera semana con
síntomas.
El equipo de Wendtner, del hospital de
Schwabing-Múnich, ha analizado muestras de la garganta, de los pulmones, de los
esputos, de las heces, de la orina y de la sangre de los pacientes para
entender el comportamiento del nuevo coronavirus. En las personas con un cuadro
leve, que fueron casi todas, los investigadores aislaron virus activos en la
garganta y los pulmones solo hasta el día ocho tras el inicio de los síntomas.
El pico de carga viral se alcanzó antes del día cinco. En el virus del SARS de
2002, ese pico, mil veces menor, se alcanzaba entre 7 y 10 días después del
inicio de los síntomas. La diferencia es crucial, porque la potente y rápida
excreción de virus en la garganta de personas con síntomas muy leves las
convierte en bombas de relojería para la propagación de la enfermedad.
Los modelos matemáticos, alimentados con los
patrones de movimiento de centenares de millones de chinos registrados por las
empresas de telecomunicaciones, ya han revelado que hasta el 86% de los
contagios al inicio de la pandemia se debieron a personas infectadas
pero con síntomas leves o directamente indetectables. China, Corea del Sur y
otros países asiáticos recomiendan el uso generalizado de mascarillas para
evitar que estos portadores invisibles transmitan el virus. La OMS solo
aconseja llevar mascarillas si se tienen tos o estornudos.
“Asusta y tiene implicaciones”, afirma la viróloga
española Margarita del Val sobre el nuevo estudio, en el que
no ha participado. “Ya sabíamos lo contagioso que es el virus. Aquí demuestran
por qué lo es”, explica. El nuevo coronavirus y el virus del SARS de 2002
utilizan una misma puerta de entrada al organismo humano: la proteína ACE2, que
se expresa en la superficie de las células de los pulmones. Es como una
cerradura que los virus abren con una llave: su proteína S. El análisis alemán,
publicado este miércoles en la revista científica Nature, sugiere
que una mutación en esta llave permite que el nuevo coronavirus abra otra
puerta: la de las células de la garganta.
“Este estudio también trae buenas noticias: no han
encontrado virus activos ni en la sangre ni en la orina ni en las heces”,
señala Del Val, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid. Los
análisis de sangre de los nueve pacientes muestran que la mitad de ellos
presentaban anticuerpos contra el virus en el día siete y todos ellos lo hacían
el día 14. Sin embargo, según advierten los científicos alemanes, “los niveles
de anticuerpos neutralizantes no sugieren una estrecha correlación con el curso
clínico de la enfermedad”. La aparición de los anticuerpos —generados por el
cuerpo humano para defenderse del invasor— no implica la eliminación inmediata
del virus.
Los autores del estudio alertan de que las futuras
vacunas enfocadas a instigar la producción de anticuerpos tendrán que “inducir
respuestas muy fuertes para ser efectivas”. Margarita del Val cree que esto es
un espaldarazo a la estrategia del virólogo español Luis Enjuanes, cuyo equipo
en el Centro Nacional de Biotecnología trabaja para obtener una vacuna a partir
de una versión atenuada del virus, capaz de desencadenar una
respuesta inmune completa sin causar la enfermedad.
Algunos tipos de glóbulos blancos de la sangre
producen anticuerpos para luchar contra los virus que circulan fuera de las
células humanas. Otros glóbulos blancos, denominados linfocitos T citotóxicos,
destruyen las propias células infectadas, convertidas en auténticas fábricas de
nuevos virus. Una vez dentro de una célula humana, un coronavirus puede
producir hasta 100.000 copias de sí mismo en 24 horas.
“Con una vacuna como la del grupo de Luis Enjuanes
se dejaría abierta la posibilidad de que se induzca también una inmunidad
celular que pudiera actuar sobre las fábricas de nuevos virus, las células
infectadas, a la vez que los anticuerpos neutralizan las partículas de virus
infeccioso circulante”, opina Del Val. Otro camino para desarrollar vacunas es
utilizar solo determinadas proteínas del virus, pero la estimulación del
sistema inmunitario podría ser insuficiente, según advierte la viróloga. Para
Del Val, los nuevos hallazgos también obligan a “evaluar con cautela” el uso
de transfusiones directas de plasma sanguíneo de pacientes
recuperados como tratamiento experimental de los enfermos. “Habría que usar los
plasmas con la mayor concentración de anticuerpos posible”, apunta.
Cuatro de los nueve pacientes de Múnich comunicaron
una pérdida del olfato y del gusto, mucho más fuerte y duradera que la típica
de un resfriado común. Hace ya semanas que agrupaciones médicas de varios
países, como la Sociedad Española de Neurología, recomiendan el
aislamiento preventivo de las personas que estos días pierden el olfato de
manera repentina y sin causa aparente. Según el nuevo estudio, este síntoma
podría estar relacionado con la intensa multiplicación del virus en las células
del tracto respiratorio superior, desde la nariz a la garganta.
El análisis de los nueve pacientes alemanes sugiere
que el virus ataca el cuerpo humano en “dos oleadas”, en palabras de Margarita
del Val. La primera, concentrada en la garganta y con síntomas leves o
indetectables, facilitaría la diseminación explosiva del virus. En la segunda
fase, solo presente en una minoría de los enfermos, la multiplicación del virus
se concentraría en los pulmones, de manera similar al SARS de 2002, con
neumonías que pueden llegar a ser letales.
Dos de los nueve pacientes alemanes llegaron a
mostrar indicios preliminares de neumonía. En sus esputos, el virus se mantuvo
en niveles altos hasta los días 10 y 11. Según los autores, estos resultados
sugieren que, en los casos leves, los médicos podrían dar el alta hospitalaria
a los pacientes a partir del día 10, si la presencia de ARN del virus en sus
esputos es baja. Para evitar el “pequeño riesgo residual de infectividad”, los
investigadores recomiendan el aislamiento domiciliario de estas personas hasta
la curación total.
Presidente Vizcarra, confirma 1,595 casos al décimo noveno día del Estado de Emergencia.

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