lunes, 2 de noviembre de 2015

EL CONSUMO EXCESIVO DE CARNE TAMBIÉN AFECTA EL MEDIO AMBIENTE

El consumo de carne a nivel mundial ha caído un 20% tras la divulgación del informe de la Organización Mundial de la Salud que asegura que el consumo excesivo de carnes tratadas y rojas aumenta la posibilidad de sufrir de cáncer, pero hubo un detalle que pasó desapercibido: comer carne genera unos grandes impactos ambientales.

"El consumo excesivo de carne no solo afecta a la salud de las personas sino que también perjudica al medio ambiente”, resume el catedrático de Nutrición de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Lluís Serra-Najem en declaraciones a El País.

La industria cárnica depende de cuatro variables clave, que limitan la producción de carne a escala global: la superficie que ocupa la zona de pastos; el agua que se consume, tanto por parte de los animales como en el proceso de producción; los gases de efecto invernadero provocados por las flatulencias de las vacas —actualmente, un 14,5% de los que se emiten a la atmósfera, según la FAO—, y la energía necesaria durante el proceso.

En la actualidad, gran parte de la población del mundo no consume ni productos cárnicos ni lácteos, pero a medida que mejoran las condiciones socioeconómicas de los países en desarrollo, la demanda de estos productos crece, poniendo en peligro el medioambiente.

Para que una vaca produzca un kilo de proteína, debe consumir entre 10 y 16 kilos de cereales y los cerdos requieren 4 kilos. “Para producir un filete de unos 200 gramos se precisan unos 45 cuencos de cereales”, ilustra Laura Ordóñez, licenciada en Ciencias Ambientales y profesora de la Escuela Internacional de Naturopatía.

Un gran costo de producción
"Producir carne es muy costoso y sería más efectivo alimentar personas con los cereales que se destinan al engorde del ganado”, añade. El cereal es solo una parte de la huella ecológica (los impactos que cualquier actividad produce en el medio ambiente) de la industria cárnica. El agua es otro de los factores limitantes: mientras que para cultivar un kilo de maíz se necesitan 1.500 litros de agua, uno de carne se bebe 15.000 litros de este líquido.

"Además de la contaminación por purines [residuos líquidos formados por las orinas y las heces de los animales], generados sobre todo en las granjas de cerdos, y con graves consecuencias en los suelos y las aguas subterráneas”, apunta Raúl García Valdés, profesor de Ecología en la Universidad Autónoma de Barcelona. 

En el 2015, se producirá en el mundo más de 300 millones de toneladas de carne, “y se espera un aumento del consumo mundial a un ritmo del 1,6% anual en los próximos diez años”, anunció el agroeconomista belga Erik Mathijs durante el Congreso Internacional de las Ciencias y Tecnologías cárnicas, celebrado el pasado agosto.

Este crecimiento se concentrará, principalmente, en los países en desarrollo. “Actualmente, un 80% del planeta come poca carne y casi nada de leche”, recuerda Lluís Serra-Najem. Y pone un ejemplo: “En el momento en el que 1.200 millones de ciudadanos chinos empiecen a demandar estos productos, va a ser necesario un aumento de la producción que no sabemos si podrá realizarse por las limitaciones ambientales del planeta”, añade.

"El problema no es tanto el consumo de carne sino el abuso”, dice Serra-Najem, que junto a otros tres investigadores, se planteó qué pasaría en el mundo si se recuperase el patrón alimentario tradicional: “Si España volviera a la dieta mediterránea, no solo los ciudadanos tendrían mejor salud sino que las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían un 72%; el uso de tierras agrícolas se reduciría un 58%; la energía requerida disminuiría un 52%, y el agua necesaria bajaría un 33%”, concluye el estudio.

“El modelo de Estados Unidos produce seis veces más gases de efecto invernadero que el mediterráneo. Y el doble que la dieta actual de los españoles”, asegura el catedrático

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