El consumo de carne a nivel
mundial ha caído un 20% tras la divulgación del informe de la Organización
Mundial de la Salud que asegura que el consumo excesivo de carnes tratadas y
rojas aumenta la posibilidad de sufrir de cáncer, pero hubo un detalle
que pasó desapercibido: comer carne genera unos grandes impactos ambientales.
"El consumo excesivo de
carne no solo afecta a la salud de las personas sino que también perjudica al
medio ambiente”, resume el catedrático de Nutrición de la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria Lluís Serra-Najem en declaraciones a El País.
La industria cárnica depende de
cuatro variables clave, que limitan la producción de carne a escala
global: la superficie que ocupa la zona de pastos; el agua que se consume,
tanto por parte de los animales como en el proceso de producción; los gases de
efecto invernadero provocados por las flatulencias de las vacas —actualmente,
un 14,5% de los que se emiten a la atmósfera, según la FAO—, y la energía
necesaria durante el proceso.
En la actualidad, gran parte
de la población del mundo no consume ni productos cárnicos ni lácteos, pero a
medida que mejoran las condiciones socioeconómicas de los países en desarrollo,
la demanda de estos productos crece, poniendo en peligro el medioambiente.
Para que una vaca produzca un
kilo de proteína, debe consumir entre 10 y 16 kilos de cereales y los cerdos
requieren 4 kilos. “Para producir un filete de unos 200 gramos se precisan unos
45 cuencos de cereales”, ilustra Laura Ordóñez, licenciada en Ciencias
Ambientales y profesora de la Escuela Internacional de Naturopatía.
Un gran costo de producción
"Producir carne es muy costoso y sería más efectivo alimentar personas con
los cereales que se destinan al engorde del ganado”, añade. El cereal es solo
una parte de la huella ecológica (los impactos que cualquier actividad produce
en el medio ambiente) de la industria cárnica. El agua es otro de los factores
limitantes: mientras que para cultivar un kilo de maíz se necesitan 1.500
litros de agua, uno de carne se bebe 15.000 litros de este líquido.
"Además de la contaminación
por purines [residuos líquidos formados por las orinas y las heces de los
animales], generados sobre todo en las granjas de cerdos, y con graves
consecuencias en los suelos y las aguas subterráneas”, apunta Raúl García
Valdés, profesor de Ecología en la Universidad Autónoma de Barcelona.
En el 2015, se producirá en el
mundo más de 300 millones de toneladas de carne, “y se espera un
aumento del consumo mundial a un ritmo del 1,6% anual en los próximos diez
años”, anunció el agroeconomista belga Erik Mathijs durante el Congreso
Internacional de las Ciencias y Tecnologías cárnicas, celebrado el pasado
agosto.
Este crecimiento se
concentrará, principalmente, en los países en desarrollo. “Actualmente, un 80%
del planeta come poca carne y casi nada de leche”, recuerda Lluís Serra-Najem.
Y pone un ejemplo: “En el momento en el que 1.200 millones de ciudadanos chinos
empiecen a demandar estos productos, va a ser necesario un aumento de la
producción que no sabemos si podrá realizarse por las limitaciones ambientales
del planeta”, añade.
"El problema no es tanto el
consumo de carne sino el abuso”, dice Serra-Najem, que junto a otros
tres investigadores, se planteó qué pasaría en el mundo si se recuperase el
patrón alimentario tradicional: “Si España volviera a la dieta mediterránea, no
solo los ciudadanos tendrían mejor salud sino que las emisiones de gases de
efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían un 72%; el
uso de tierras agrícolas se reduciría un 58%; la energía requerida disminuiría
un 52%, y el agua necesaria bajaría un 33%”, concluye el estudio.
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